Fuengirola es una ciudad eminentemente turística. Lo demuestra la gran cantidad de playas que tiene acondicionadas para el disfrute del turista y de sus residentes, así como sus excepcionales campos de golf, con recorridos de hasta 18 hoyos que harán las delicias de los amantes de este deporte.
Situada a algo más de media hora en coche desde Málaga, la ciudad se nos abre como una villa acogedora y cercana. Es mucho menos cosmopolita que otras ciudades de la Costa del Sol, pese a que la población extranjera es numerosa.
Como digo, lo que me sorprendió de Fuengirola fue la gran cantidad de playas con las que cuenta, cada cual más interesante y más hermosa. No tuve mucho tiempo de disfrutar de ellas como a mi me habría gustado, aunque sí me pasee por algunas y quedé francamente sorprendido. He de reconocer que hubo dos que me enamoraron: la de Santa Amalia y la de Campana.
Por mi pasión por la Historia no dudé en acercarme también a los restos de una fortaleza que vigila desafiante la costa: el castillo Sohail. Allí se alza esa imponente mole de piedra que se encuentra sobre una elevación de unos 39 metros sobre el nivel del mar y que se localiza justo en la desembocadura del río Fuengirola. Lo que se conserva es de la época de Abderramán III, y aunque no es plan de contaros las maravillas históricas de este lugar, sí os daré un dato que, cuanto menos, os resultará curioso. ¿Sabéis que esta fortaleza fue atacada de forma reiterada por el legendario pirata Barbarroja? ¿O que en ella estuvieron los franceses primero como zona de acuartelamiento, y después como prisión? Es un lugar increíble…
Otro dato interesante de la propia ciudad, y donde he de reconocer que perdí algún tiempo, es su Zoo. Especies diversas, un diseño novedoso, y mucha vida…
Poco más abajo de la zona del Zoo se encuentran los barrios típicamente marineros, que aún conservan ese antiguo visual que le da un toque especial y añejo. Y es por allí, por aquellos barrios, donde la gastronomía se deja sentir primero por el olor que lo puebla todo, y luego por el paladar. Os mentiría si no os dijese que intenté no sólo descubrir, sino también disfrutarla. Y al final, en lo que me dio tiempo, lo conseguí… Aunque no era tarea difícil.