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Los ghats, terrazas de vida y muerte en Benarés

Asi, Dasaswamedh, Barnasangan, Panchganga y Manikarnika. ¿Alguien adivinaría con el simple dato de estos cinco nombres a lo que nos estamos refiriendo? Sí, son ghats en la ciudad india de Benarés (o Varanasi), las escalinatas sagradas que bajan hasta el Ganges y que tanto hemos visto en fotos, postales e imágenes de televisión.

Muchos dicen que estos ghats son el principal reclamo turístico de Benarés. Para otros es un amasijo de devotos que recitan pujas (oraciones), niños descalzos que saltan por los escalones o que juegan con cualquier cosa que ven en el suelo, y señoras de pelo blanco y tez oscura que lavan saris en las aguas del río. Toda la India es un caos incesante pero encantador, una mezcla de colores, costumbres y tradiciones en donde lo espiritual y lo sagrado parecen tener preeminencia sobre lo humano.

En los ghats tienen cabida la vida y la muerte. En sus escalones se celebran fiestas multitudinarias o se da las gracias a los dioses por los dones recibidos. Pero en ellos también se incineran los cuerpos sobre piras de madera. ¿Macabro? Sí, la verdad que no es un espectáculo muy agradable que digamos, pero es así como los hinduistas despiden a sus seres queridos. Morir en Benarés supone librarse del ciclo de las reencarnaciones y ganar la salvación directamente.

A lo largo del río hay barqueros que ofrecen por unas rupias un paseo por el Ganges, un circuito para visitar los cinco grandes ghats de la ciudad. Cuentan que el más sagrado es el de Manikarnika, pero también en el que se hacen más cremaciones de cadáveres. Impresiona ver cómo los niños juegan a escasos metros en los que se incinera el cuerpo de una persona. La vida y la muerte son situaciones demasiado triviales en la India.

Pero este «espectáculo» funerario se mezcla también con la mística figura silenciosa y casi romántica de los santones que meditan en las escaleras. Las terrazas de la vida y de la muerte, como leí en un folleto turístico de la ciudad sagrada, un lugar que se recomienda especialmente visitar al amanecer, cuando la tenue luz del sol nada sobre las borrosas aguas del Ganges y se va proyectando en el rostro de los templos y palacios.

Desde Asi hasta Manikarnika, este suele ser el recorrido de los barqueros para ver cada uno de los ghats. Hay que negociar el precio antes de embarcarnos, pero no suelen ser nada caros. Desde el agua veremos absolutamente de todo. La gente va a la orilla del Ganges para bañarse, asearse, limpiar las ropas, esparcir las cenizas de un ser querido o hacer sus necesidades. Preparad todos vuestros sentidos, porque aquí los vais a necesitar al cien por cien.

La pena es que en los últimos años estos ghats han sido arrastrados por la furia turística. Todo el mundo quiere aprovechar la presencia del viajero para pedir dinero. Incluso si te paras un momento a ver una incineración vendrá alguien, que tal vez no tenga nada que ver con el muerto ni su familia, a pedirte una limosna a cambio de ver el rito funerario. Para muchos de ellos es la forma que tienen de ganarse la vida. Tanto es así que cualquier circuito ofrece ya una parada en esta ciudad, lo que ha hecho que proliferen los hoteles en Benarés.

En Manikarnika, antes de la cremación de un cadáver, se pide a todo el mundo que por un momento guarden silencio. Es en ese preciso instante cuando Shiva se acerca al oído del muerto susurrándole unas palabras, un secreto que llevarán consigo hasta la eternidad. La India es así, sagrada, hermosa y dura a la vez, una auténtica obra de teatro para los sentidos. Recorriendo el Ganges descubriréis el sugerente aroma de este país.

Foto Vía: Who’s My Guide

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