Riga, la capital de Letonia, será el próximo año 2014 Capital Europea de la Cultura. Hoy es la ciudad más grande de los países bálticos, y su centro histórico fue declarado en 1997 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y no especialmente por su carácter medieval, como bien podría hacernos imaginar, sino porque es aquí donde se concentra la mejor colección de edificios de Art Nouveau de toda Europa.
Este estilo arquitectónico no tiene rival fuera de esta ciudad. El valor extraordinario de estas edificaciones se mezcla con la pintoresca arquitectura de madera del siglo XIX, lo que le confiere a Riga un aspecto sugerente y llamativo. Fundada a comienzos del siglo XIII, fue durante la Edad Media una de las principales ciudades de la Liga Hanseática, sobre todo entre los siglos XIII y XV, convirtiéndose en pieza de gran valor para muchos pueblos que la pretendieron conquistar.
Precisamente fueron las numerosas contiendas bélicas que tuvieron lugar en ella las que acabaron con buena parte de su atractivo medieval. Gracias al renacer económico del siglo XIX, Riga logró redescubrirse y crecer a partir de la vieja ciudad medieval. Comenzaron a surgir nuevos edificios de madera de estilo neoclásico, preámbulo de lo que sería la llegada del Art Nouveau.
Las calles serpenteantes y empedradas del centro histórico de Riga nos llevan en un pequeño viaje en el tiempo hasta la época medieval. De aquellos años hay que destacar la Casa de los Tres Hermanos, un grupo de tres edificios del siglo XV restaurados en las últimas décadas, y que nos trasladan hasta la Riga hanseática, la que se vio envuelta en guerras con Rusia, Polonia y Suecia y que, desde el siglo XVIII hasta 1918 pasaría a formar parte del imperio zarista.
Alrededor de esta calles se suceden numerosos bulevares entre los que ya aparecen diferentes edificios del siglo XIX y principios del XX, empapados de la belleza plástica del Art Nouveau. Algunos de los más interesantes son el Teatro Nacional y el Museo de Arte Letón, así como la curiosa Casa del Gato en la calle Meistaru. Fijaros también en el pequeño contraste que se produce entre estos edificios y los que fueron construidos en estilo ruso clásico.
Es precisamente el no caer en la estridencia en esta mezcolanza lo que hace sumamente atractiva a Riga. Porque a la maravillosa profusión de estilos hay que añadirle monumentos de épocas anteriores, como la Catedral Luterana, la Iglesia de San Pedro o la Catedral Católica de Santiago.
Casas, iglesias, museos, torres puntiagudas, cúpulas en forma de cebolla, la Riga actual no tiene absolutamente nada que ver con aquella que apenas aparecía en los libros de historia hace veinte años. Las calles están llenas de buen ambiente a cualquier hora del día. Los letones son gente amable, a la que le gusta mucho salir y divertirse. No son nada reacios con los turistas, al contrario, para ellos es un honor y están encantados de que haya gente extranjera que los quiera visitar.
Durante muchos años han estado a la sombra del Telón de Acero. Ahora ven las cosas de otra manera. Tanto es así que, si bien acogerán la capitalidad europea de la cultura el año próximo, ya en el 2001 recibieron tal distinción. Desde entonces han abierto de par en par sus puertas al turismo y la cultura y cada vez más aparecen nuevos hoteles en Riga.
El centro histórico de Riga es realmente un lugar precioso para pasear, un recorrido romántico de estilos y detalles que no podemos dejar escapar. Una ciudad realmente diferente a lo que estamos acostumbrados a ver y que, tras visitarla y disfrutarla, no podemos por menos que asegurar que es cierto lo que dicen de ella algunos lugareños: amigos, Riga es para vosotros y nosotros como la París del Este, la nueva capital de la cultura.
Foto Vía Bturn