Para algunos es un caos, para otros un viaje en el tiempo a la época otomana. Gritos, ruidos, empujones… o colores, sabores y olores. El Bazar de las Especias en Estambul si algo tiene es que no deja en absoluto indiferente a nadie. Es como el típico trabajo de todo gran empresario: sabes a la hora que entras, pero nunca cuándo vas a salir.
Este bazar, uno de los más antiguos de la ciudad, se encuentra en Eminou, cerca del Puente de Gálata. Su nombre no tiene mucho que explicar, sobre todo cuando veáis las enormes pilas de azafrán, hierbas para las infusiones y otras delicias olfativas turcas que ofrecen los vendedores. Imposible que, incluso ante el maremágnum de gente que se apiña entre los puestos, no os lleguen las esencias y las fragancias de estos olores.
Pero además hay especias de todo tipo (o baharat, como las llaman por aquí), frutos secos, panales por los que chorrea la miel más pura y exquisita, higos y toda clase de frutas y alimentos, además de afrodisíacos, porqué no. Dicen que los más afamados chefs de la ciudad vienen hasta aquí para llevarse lo mejor de lo mejor. Tienen ya sus puestos especializados en donde los esperan cada día.
Si vosotros no sois alguno de esos chefs, sino que venís en plan turístico, este bazar es un magnífico lugar para llevaros un souvenir típico de Estambul. Para mi gusto es mejor que el Gran Bazar, aunque lo digo sobre todo por el tamaño y por la aglomeración de gente. No es tan bullicioso ni tan caótico, así que se puede pasear mucho mejor.
Para encontrar los orígenes de este bazar hay que trasladarnos hasta mediados del siglo XVII. Ordenó su construcción el sultán Turhan, y desde entonces no ha cambiado mucho su fisonomía. Tiene forma de L y cuenta con hasta seis puertas de entrada y casi cien tiendas. Por cierto, fijaros en el colorido con el que los vendedores adornan sus puestos para llamar la atención de los clientes. Aquí se esmeran mucho más que en el Gran Bazar.
Hay quien prefiere visitar este bazar de noche, tanto por el ambiente que se respira como por el hecho de que hay menos gente. Lo que no evitaréis será que los vendedores se os echen rápidamente encima. Es normal, quieren vender, y nosotros con nuestra cara de turista somos el blanco perfecto para ellos. Eso sí, hay que reconocer que no son tan «pesados», digámoslo así, como en el Gran Bazar.
Como curiosidad hay que decir que a este bazar también se le conoce como el Bazar Egipcio, ya que Estambul marcaba el final de la famosa ruta de la seda, y las especias que se comercializaban provenían fundamentalmente del sudeste asiático y Egipto.
Aquí encontraréis absolutamente de todo: ingredientes para pócimas mágicas y hechizos, jabones de aceite de oliva, verduras, frutas, tés de sabores que ni llegabas a imaginar que existían, pasteles… Solo tenéis que regatear un poco y negociar. Para los vendedores es una práctica habitual. Es más, se trata de una obligación. Si no regateas con ellos se sentirán incluso un poco ofendidos, como si compraras por comprar.
Cada callejuela de este bazar es como un pequeño mundo independiente. Gentes de todas las nacionalidades, colores y olores por doquier, un laberinto de aromas y sabores que os dejarán boquiabiertos. Sigo aún sin entender cómo para mucha gente este es un lugar caótico y nada turístico. Posiblemente encierre la esencia de la vieja Estambul, el recuerdo de miles de años de historia en cada uno de sus rincones. Merece la pena perderse en ellos y viajar sin necesidad de máquinas del tiempo.