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El Taj Mahal, una historia de amor en piedra

Tengo un amigo aficionado a regalar postales de los viajes que hace. La última de ellas que me regaló, de este verano pasado, es del célebre Taj Mahal, uno de los grandes monumentos de la India. y una de las 7 maravillas del mundo moderno. Una imagen que a buen seguro todos identificaríamos sin ningún problema, ¿verdad? Pero, ¿cuáles son las historias y leyendas que rodean a este insigne mausoleo?.

La primera que se me viene a la cabeza es la más conocida y la más real de todas. Sha Jahan, emperador mogol del siglo XVII, construyó este mausoleo en memoria de su esposa favorita, Mumtaz Mahal. Para ello usó mármol blanco de Rajastán, cristal de China, turquesa del Tíbet y zafiros de Sri Lanka. Vamos, que no escatimó en nada… Por algo el Taj Mahal más que un mausoleo está considerado todo un hermoso monumento al amor.

Lo curioso del caso es que de tanto no escatimar en gastos, el bueno de Sha Jahan se vio de pronto casi en la ruina, por lo que el imperio mogol se precipitó al vacío. De la desolación por la pérdida de su esposa a la tristeza de ver su imperio en bancarrota. Ambos se casaron en 1612, y el matrimonio duró apenas 19 años. Mumtaz Mahal fallecía al dar a luz al decimocuarto hijo del sultán. También tenía otras mujeres, ¿eh?.

A la muerte de Mumtaz, el emperador cayó en una profunda tristeza. Solo se calmaba un poco contemplando las obras de su mausoleo, cuya construcción duró veintidós años. Los últimos los pasó Sha Jahan prisionero en el Fuerte Rojo, sin separarse de la ventana de la celda para ver cómo se concluía su mausoleo. En su lecho de muerte Mumtaz le había pedido que construyera en su memoria un monumento único en el mundo. No podía perder de vista ni un instante su promesa de amor.

Otra de las curiosidades que rodean al Taj Mahal es que hoy en día no se sabe con exactitud quién fue su arquitecto. Debió ser alguien muy importante y con mucha fama en el imperio. No creo que el rey le diera a cualquiera el encargo, y menos con las riquezas que hizo traer desde toda la India y otros países. Precisamente es el exterior del Taj Mahal lo más impresionante del monumento. Del interior es tal vez el sepulcro de la reina lo que atrae a los turistas, pero es mucho más austero de lo que nos podríamos imaginar.

Hablando del sepulcro de la reina, a su lado yace Sha Jahan. La cámara funeraria está decorada con paredes de mármol y piedras preciosas por donde entra la luz del exterior. Es el único detalle de belleza del recinto. Un lugar triste y melancólico, en el que solo llaman la atención la pequeña loza que simboliza la tumba de la reina y el tintero del sultán, como si escribiera durante la eternidad una carta de amor a su esposa.

El amor que desprende el Taj Mahal se aprecia ya desde el pórtico de entrada. En él pueden leerse unos versos del Corán que describen el paraíso. Hay quien prefiere sentarse en alguno de los bancos que están situados en el Jardín del Paraíso y contemplar la silueta del mausoleo. Así podemos imaginar la historia de cómo el sultán conoció a Mumtaz Mahal en un bazar, ya que esta se dedicaba a vender cristales.

Cuenta la leyenda que era tanta la belleza de la joven que ni siquiera el sultán se atrevió a decirle nada en su primer encuentro. No es de extrañar por tanto que, recordando los años pasados junto a ella, le regalara para la eternidad un mausoleo como este. Posiblemente la historia de amor en piedra más hermosa jamás labrada.

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