¿Quién no ha oído hablar en alguna ocasión de la famosa Ruta de la Seda?. Esa preciada mercancía cuya elaboración era un secreto que solo los chinos conocían. Durante siglos la seda era uno de los bienes más preciados en Occidente. Tanto es así que desde Xian (la antigua Chang’an) se forjó una ruta que, atravesando Antioquía, Siria y la vieja Constantinopla, llegaba incluso hasta los reinos hispánicos.
Los comerciantes recorrían todo el Asia Central llevando y trayendo no solo seda, sino también otros productos y mercancías. Miles y miles de kilómetros en donde el intercambio cultural era constante. Una sucesión de aventuras sin límite que la han convertido en una de las primeras grandes rutas turísticas del mundo. Fue una de las más importantes rutas de la antigüedad hasta que el florecimiento de las vías marítimas la condujo al declive.
Uno de los lugares que atravesaba esta ruta era el imponente Desierto de Taklamakán, el desierto más grande e importante de China, y el segundo del mundo. Aquí era donde los comerciantes vivían su etapa más dura. En verano el calor era realmente sofocante, mientras que en invierno el frío era intenso, llegándose a registrar temperaturas de hasta veinte grados bajo cero. Solo con decir que Taklamakán significa literalmente «quien entra no vuelve a salir» lo deja bien claro, ¿verdad?.
Además de las adversas condiciones atmosféricas de este desierto, los comerciantes tenían que contar con otros peligros. Entre ellos las dunas de Taklamakán, que, por efecto del viento que sopla con fuerza en esta zona, son las más movientes del mundo. En una época en la que ni por asomo había GPS ni nada que se le pareciera, los comerciantes debían guiarse casi por su instinto. El movimiento de estas dunas provocaba en muchos de ellos desorientación, con el consiguiente desastre que ello suponía.
No preocuparos porque hoy hacer la Ruta de la Seda, o al menos parte de ella, es mucho más factible. Hay carreteras y vehículos, líneas de ferrocarril y pueblos que viven por y para los turistas que se aventuran por estas lides. Las emociones y experiencias que podéis vivir son indescriptibles, además del intercambio cultural y el valor histórico de pisar un espacio con tantos siglos de expresión turística.
Los países que se enmarcan dentro de esta ruta son Turquía, Uzbekistán, Turkmenistán, Irán, Irak y China. Para los que dispongan de suficiente presupuesto, las principales ciudades de estos países cuentan con aeropuertos y facilidades de comunicación. Otra alternativa es tomar el Tren Registán que atraviesa tres países, Ubekistán, Turkmenistán y Kazajstán, y que llega a lugares tan mágicos como Samarcanda o Tashkent.
La opción más asequible y la que suelen escoger la mayoría de turistas es centrarse exclusivamente en un solo país. Los que cuentan con mejores servicios de transporte son sin duda Turquía, Irán y China. Desde Estambul es fácil moverse a cualquier punto del país turco. Mientras en Irán y China es aconsejable moverse en tren. Especialmente en el primero de ellos, donde las carreteras no son que digamos su punto fuerte.
Pero también está el gran aventurero que se lanza a hacer la Ruta de la Seda por completo, la que va de Estambul a Xian. Para ello hay que tener muy en cuenta el tema de visados y pasaportes para entrar en cada país. Todo lo debéis llevar muy bien reglado para no tener ningún tipo de problema. La mejor forma de prepararlo bien es ponerse en contacto con las diferentes embajadas en España de estos países, y así conocer de primera mano cuáles son los documentos que tenéis que llevar con vosotros.
Solo por el hecho de la aventura, ver ciudades como Samarcanda, Bujara, Kuqa o Khiva, o los grandes templos budistas del Nepal, vivir la experiencia de lanzarse en medio del desierto y las montañas, a un mundo completamente extraño, merece enormemente la pena.
Foto Vía Afabwint