Ribadeo, puerta de entrada a Galicia por el Cantábrico, preside una costa que combina rías, playas abrigadas, acantilados y pintorescos puertos.
Este es el momento de recorrer sus calles y sus alrededores, con la tranquilidad que merecen. Tal vez, guiados por las historias de sus meigas. A Ribadeo llegamos rápidamente desde Oviedo o Avilés, desde la vertiente asturiana; o desde Lugo, desde tierras gallegas.
Ribadeo preside la Ría del Eo, llena de calas y y pequeñas playas. La historia se ve en sus calles y edificios y no debes dejar de visitar algunos de sus puntos más interesantes.
Entre ellos, la Torre de los Moreno, un entrañable edificio de 1915 situado en Plaza de España; la casa de O Patín donde funcionara la Escuela Náutica durante el siglo pasado, la Aduana Vieja o los muelles de Porcillán.
Otra visita interesante es la del Pazo de los Ibáñez que hoy aloja a la Casa Consistorial. Para muchos, sin embargo, será siempre la residencia del Marqués de Sargadelos. Su nombre es bien conocido por los fanáticos de la cerámica.
La llamada fábrica de Santiago de Sargadelos entre 1788 y 1840 produjo loza de tipo inglés sobre la base de piezas muy delgadas y ligeras, con gran pureza de contornos y barniz cristalino. La calidad de la porcelana era extraordinaria gracias a la abundancia en las cercanías de dos materiales, el feldespato y el caolín, elementos que otorgan a la porcelana su carácter de transparencia y fragilidad.
Ribadeo fue villa medieval de importancia, de fuertes enfrentamientos entre obispos y señores, que fueron dejando huella en edificios, iglesias y colegiatas: el Convento de Santa Clara en la plaza del Campo, la Capilla de la Misericordia, la de Santa María del Campo y la de la Trinidad, para apreciar la obra de tantos artesanos de entonces.
Y por supuesto, pasa por el puerto a probar la cocina del lugar antes de escaparte a la Playa de las Catedrales, donde las rocas gigantes que salen del mar llaman a una nueva visita.
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Foto/ Flickr de Xornalcerto