Los romanos dejaron los restos del circo, el acueducto y el alcantarillado. Los visigodos los lienzos de las murallas; los musulmanes todo un legado del emirato de Córdoba, y los judíos numerosas iglesias y sinagogas construidas tras la reconquista en el año 1085. A todo esto hay que sumarle el gran conjunto de edificios medievales, civiles, fortalezas, puentes, calles y casas que a día de hoy conforman todo un Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como es Toledo.
Cuentan que allá por el año 192 a. C nació la ciudad romana de Toletum. Aquel pequeño conjunto de casas pronto se convertiría en un auténtico reino, un lugar por el que pasaron alanos, godos y musulmanes, estos últimos durante casi cuatro siglos, hasta que Alfonso VI logra la reconquista. La Toledo de hoy es el recipiente de más de dos mil años de historia, veinte siglos en los que han tenido cabida tres religiones: cristianismo, judaísmo y musulmán.
Cada una de ellas nos ha dejado su impronta en forma de arte y cultura. Algo tuvo que tener la vieja Toledo para ser capital del reino visigodo, fortaleza preeminente del emirato de Córdoba y capital imperial y coronada por orden del mismísimo Carlos V. Asimismo durante el Renacimiento fue uno de los centros artísticos más importantes de España. Sin embargo, a mediados del siglo XVI, cuando Felipe II traslada la capital española a Madrid, todo este brillo comienza a apagarse poco a poco.
Hoy Toledo es prácticamente un museo de arte e historia al aire libre. Su centro histórico está lleno de sorpresas y tesoros. Desde la Plaza de Zocodover, antiguo zoco de los animales, pasando por el Arco de la Sangre, se puede iniciar una ruta que nos lleva a todos y cada uno de los monumentos de la ciudad. Iglesias como San Nicolás, del siglo XVIII, la Capilla de San José o el Museo de Santa Cruz son solo una primicia de lo que nos espera.
Porque muy cerca de este nuestro comienzo se halla el imponente Alcázar, construido en 1537 por orden de Carlos V, testigo de algunos de los grandes acontecimientos de la ciudad, especialmente durante la Guerra Civil española. Desde el Alcázar volvemos nuestros pasos hasta el Palacio Arzobispal y el Ayuntamiento, este último una de las joyas más espléndidas del barroco toledano, preámbulo de otro de los grandes símbolos de esta ciudad: la Catedral.
Todo el conjunto de este templo merece la pena: la Puerta del Perdón, la de los Escribanos, la de los Leones, el Reloj, la Capilla Mayor, el retablo, la Sala Capitular, el Museo Catedralicio… Horas y horas de intenso recorrido artístico por una de las iglesias más espléndidas del gótico español, una de las más grandes catedrales de España. Construida entre 1247 y 1493, la aguja de su campanario toca con la yema de sus dedos el cielo toledano y casi lo trae hasta el suelo.
Al salir de la catedral hay que seguir paseando por el casco viejo disfrutando de la Iglesia de San Marcos, la de Santo Tomé (que alberga El Entierro del Conde Orgaz de El Greco), el Palacio de Fuensalida, el Taller del Moro o la Casa Museo del Greco. Sin olvidarnos de la impronta judía de esta ciudad, simbolizadas en las sinagogas del Tránsito, levantada en el siglo XII, y la de Santa María la Blanca, de la misma época.
Toledo es perderse por sus calles y callejones, desembocar en pequeñas plazas y nuevas iglesias, como la de San Juan de los Reyes, Santo Domingo el Antiguo o la de Santa Leocadia. Una ciudad por la que discurre lento y milenario el Tajo, bajo los puentes de San Martín y de Alcántara, a modo de vigía que sirve de atalaya a Santiago del Arrabal, la Puerta de Alfonso VI, la del Cambrón y la de Alcántara.
Conocida popularmente desde siempre como la ciudad de las tres culturas, Toledo es uno de esos rincones en los que por más cada visita es diferente y única.
Foto Vía Siente Toledo