¿A cuántos de vosotros os afectó la erupción del Eyjafjallajokull en el 2010? Sí, ese mismo, el volcán islandés de nombre impronunciable que mantuvo en jaque al espacio aéreo europeo con su nube de ceniza. Cierres de aeropuertos, vuelos suspendidos, miles y miles de personas desperdigados por media Europa y completamente desbordados los servicios de ferrocarriles del norte del continente que no daban abasto para tantos viajeros.
Sin embargo hay otro volcán en Islandia mucho más activo pero menos conocido que el «impronunciable». Tal vez su corta fama se deba a que sus erupciones no han sido tan peligrosas ni han causado tantos efectos secundarios como la de otros. Se trata del Hekla, que con apenas 1491 metros de altura es capaz de activarse cada diez años. Según los vulcanólogos es como el reloj suizo de los volcanes. No falla a su cita en las últimas décadas.
¿Cómo es el volcán Hekla, en Islandia?
Si al Eyjafjallajokull se le conoce como la boca del infierno, al Hekla se le llama popularmente la prisión de Judas. Todos los volcanes suelen tener este tipo de apelativos, así que este no podía ser menos. A pesar de todo, su nombre significa «capucha», ya que siempre está rodeado de una inmensa capucha de niebla. Desde la capital islandesa, Reikiavik, es fácil observarlo ya que está a tan solo setenta kilómetros.
Más que un volcán, el Hekla es un sistema volcánico de cuarenta kilómetros de longitud y siete de ancho. Durante todo este recorrido aparecen numerosas grietas por las que, cuando está activo, expulsará la lava. Proceso que, en la mayoría de las ocasiones, han durado semanas y semanas. Dicen los islandeses que es entonces cuando el demonio Surtur golpea con su yunque las laderas del volcán.
Este espectáculo de fuego y ceniza entre los antiguos generaba numerosas leyendas. Una de las que se sigue contando en Islandia es aquella que dice que las almas de los condenados al infierno viajaban a través del cráter del Hekla para pasar al reino del demonio Surtur. La mitología escandinava está llena de referencias a este volcán, y casi todas con el mismo sentido: puerta del infierno.
Sin embargo, a pesar de su carácter indómito el Hekla ofrece una de las excursiones más espectaculares que pueden hacerse en Islandia. Porque, aunque no lo creáis, se puede ascender fácilmente hasta el cráter del volcán más activo de este país de hielo y fuego. Por supuesto, cuando está inactivo por completo. Desde la propia Reikiavik se organizan salidas, tanto en invierno como en verano, para subir a la cima.
Si sois de los que buscáis aventuras fuertes, la ascensión al Hekla puede ser una de ellas. Hay circuitos para todos los gustos, incluso usando para la subida motonieves. Eso sí, sea la época del año que sea hay que ir bien abrigaditos porque, aunque se aprecia el calor del volcán, cuenta a su alrededor con nieve perpetua.
La experiencia es realmente fascinante, no solo por la subida en sí sino también por el paisaje espectacular que nos encontramos alrededor. Es como si en poco más de una hora pasáramos de la civilización de Reikiavik a la sensación extraña de estar pisando la Luna. Algo que sucede mucho en Islandia, tierra que cuenta con algo más de doscientos volcanes en su territorio.
A todo esto hay que añadir que el Hekla tiene el honor de ser uno de los primeros volcanes del mundo en aparecer en los primeros mapas de Europa. Ya a mediados del siglo XVI era reconocido como «una enorme montaña de fuego de la que salían ríos en llamaradas que quemaban el agua»
Su última erupción tuvo lugar en el año 2000, y las anteriores habían sido en 1970, 1980, 1981 y 1991… Curioso que aún no haya dado el «petardazo» todavía. ¿Estará faltando a su cita?…