Gunkanjima, ciudad fantasma en Japón
Gunkanjima etimológicamente significa “isla buque de guerra”. Se trata de una isla que encontramos a tan sólo 19 kilómetros hacia el suroeste de la ciudad de Nagasaki en Japón. Anteriormente era conocida como Hashima, pero gracias a su contorno similar a un barco de guerra, recibió su nuevo y definitivo nombre: Gunkanjima.
Se trata de una ciudad fantasma que tuvo sus años de proyectos y esplendor, hoy casi vive en el anonimato social. Durante los años 1.887 y 1.974, esta isla fue propiedad de una empresa dedicada a la explotación del carbón. Años más tarde, en pleno 1.890, Mitsubishi interesada en la explotación de esta riqueza natural bajo el nivel del mar, realizó la compra definitiva de la isla Gunkanjima (alrededor de 100.000 yens; el equivalente a seiscientos euros). A continuación, llevó a cabo dos pozos en el fondo marino que contaban con doscientos metros de profundidad para dar inicio a la explotación minera.
Cuidando tales intereses y con el único objetivo de convertirla en una ciudad industrial, en el año 1.916 con la empresa ya consolidada y en marcha, se construyó un gran complejo de carácter industrializado capaz de albergar a los trabajadores (así se edificaron los famosos bloques de edificios). De tal manera, por tratarse de una zona geográfica, amenazada naturalmente, se levantó un imponente muro de hormigón para resguardarla del ataque de tifones. Por otra parte, la ciudad poseía múltiples estructuras para poder desarrollar una vida completa en todo sentido: contaba con gimnasios, escuelas, restaurantes, veinticinco tiendas, patios y parques recreativos para niños, cines, casas de citas, peluquerías, bares, teatros, un templo budista y, lógicamente, un hospital para la atención de sus ciudadanos. Todo parecía marchar de maravilla.
Durante la década de los cuarenta y cincuenta, este sitio contaba con casi la mayor densidad de población del mundo (el censo del año 1.959 determina el número que la destaca: unas 83.500 personas por kilómetro cuadrado dentro de la isla y 139.100 personas en la zona residencial). Absolutamente todos estaban implicados en la mina, con lo cual cuando ya en los años setenta se toma la decisión de cerrarla, tiene lugar una terrible crisis. A raíz de ello, muchos se vieron obligados a dejar la ciudad en busca de otros rumbos. Eran prácticamente supervivientes. De hecho, cerca de 1.300 trabajadores murieron en diferentes accidentes laborales. Entre las causas, podemos encontrar desnutrición, problemas en el trabajo, cansancio (luego lo llamarían estrés). La vida en aquella época y en tales condiciones se había tornado una carga cotidiana, una lucha por permanecer. Incluso cuenta la historia que no fueron pocas las personas que intentaron escapar cruzando la costa. Ciertamente, se trata de los problemas que siempre han surgido en las épocas de industrialización mundial. Y este caso, no escapa a los acontecimientos en el mundo.
Cuando comienza la utilización del petróleo, allá por la década de los sesenta, la prosperidad de la mina comienza notablemente a desdibujarse. Muchos trabajadores pierden sus puestos de trabajo ya que la producción no mantenía el ritmo original ni la demanda, por supuesto. A modo de cierre, en el año 1.974, se realiza un acto oficial en el gimnasio de la ciudad donde se anuncia la clausura de la empresa. A partir de este momento, tiene lugar el declive absoluto de la isla. Desde esa fecha hasta la actualidad se ha convertido tristemente en una ruina, abandonada, fantasmagórica. Algunos directores aprovechan el clima apocalíptico y su escenografía de recaída y soledad apabullante para grabar sus películas.
La visita a la ciudad actualmente se encuentra prohibida según las reglas del Gobierno de Japón, ya que es tal el estado de sus construcciones que cualquiera que quisiera visitarla pone en riesgo su vida. Por lo tanto, todo aquel que desee pisar su suelo, deberá previamente pedir un permiso especial a las autoridades nacionales.