Vivir San Patricio en Irlanda
¿A qué os sabe a vosotros Irlanda?, ¿quizás a una pinta de Guiness?, ¿o tal vez a un hermoso paisaje de castillos medievales? Recuerdo los días previos a mi primer viaje a Irlanda como una sucesión de imágenes de cuentos de hadas. Imaginaba un país de tabernas antiguas y calles empedradas, tréboles verdes y el sonido sempiterno de la lluvia sobre el cristal de la ventana.
No paraba tampoco de sonar en casa el CD de música celta que me habían regalado. Aquello era como una pequeña «irlandanización». Quería llegar empapado de lo más típico de la isla esmeralda. Hasta me compré uno de esos grandes sombreros verdes que se suelen ver estos días en la Fiesta de San Patricio.
Sí, porque Irlanda está precisamente estos días de fiesta. De una de las fiestas más estridentes y simpáticas que podáis imaginar. El próximo 17 de marzo es el día del Apóstol de Irlanda, su patrón, San Patricio. El día que más esperan a lo largo del año los propios irlandeses. Si ya de por sí suelen ser gente muy amigable y hospitalaria (no es fama, sino muy cierto), este día dan rienda suelta a sus ganas de jarana.
En Dublín hay un gran desfile. Las calles se llenan de gente y de verde: camisas verdes, pantalones verdes, sombreros, pelucas, gafas, disfraces de todo tipo pero siempre con el color verde como protagonista indiscutible, símbolo de la primavera en Irlanda. Se respira un gran espíritu irlandés, porque precisamente a los irlandeses les encanta ser fieles a sus tradiciones. En cualquier época del año se sentirán orgullosos de contaros sus historias y sus costumbres. Pero el Día de San Patricio es para convertirse del todo en un perfecto irlandés.
Llegados de otras tierras, pero irlandeses al fin y al cabo. Para ver el estruendo y la algarabía del desfile en el centro de Dublin (hay que llegar con tiempo, a eso del mediodía para disfrutarlo bien), para ver seguro por primera vez el Céili, un baile típico irlandés que tiene lugar en Earlsfort Terrace poco después de las dos de la tarde, o para ya por último llevarte como recuerdo la estampa de los fuegos artificiales sobre el río Liffey.
Cuenta la leyenda que San Patricio, quien había nacido a finales del siglo IV, convirtió a los irlandeses al cristianismo. Su muerte se produjo el 17 de marzo del año 461, de ahí que su fiesta se celebre este día. Sin embargo no fue sino hasta cinco siglos más tarde cuando comenzó a tomarse esta fecha como festiva en el país irlandés. Lo curioso del caso es que el primer desfile de San Patricio se produjo en 1762 en Nueva York.
Lo que no os faltará este día será la típica estampa de vuestra gran pinta de cerveza Guiness y un buen plato de carne. Hablando de comer, una pequeña recomendación que os hago: el Día de San Patricio suele ser un día de patear mucho las calles, ir de un lado a otro y mucho cansancio. De ahí que para desayunar un buen desayuno irlandés con todos sus condimentos: huevos fritos, bacon, pan tostado, algunas salchichas, café o té e incluso hasta judías. Hay que empezar bien fuerte…
Digo esto porque hay una gran cantidad de eventos repartidos por todas las ciudades de Irlanda (no solo en Dublín, claro). Varios días de fiesta que suelen comenzar por regla general un día antes de San Patricio, el día 16, y se extienden hasta el 20 de marzo. Cuando lleguéis a la capital irlandesa os recomiendo que toméis buena nota en la Oficina de Turismo para conocer al detalle cuáles son todos estos eventos y dónde tendrán lugar.
Bandas de gaitas con música celta, violines, tambores tradicionales, bailes típicos, tréboles y mucho, mucho color verde. La Fiesta de San Patricio es todo un espectáculo, una de esas fiestas a las que debemos asistir al menos una vez en la vida. El buen ambiente, las risas y la diversión están totalmente aseguradas.