Rutas por Europa

Craco, la ciudad fantasma de arena y arcilla

Craco

Sobre una colina empinada de más de 400 metros de altura se halla una de las ciudades más fantasmagóricas del mundo. Abandonada definitivamente en 1975, Craco se encuentra en la provincia italiana de Matera, 250 kilómetros al sur de Nápoles. Fueron los terremotos los que la sacudieron como un saco de arcilla y piedra durante siglos, hasta que ni uno solo de sus habitantes pudo resistir más el miedo y el bamboleo constante de la tierra.

¿Quién pudo construir toda una ciudad sobre los cimientos de una colina de arena y arcilla?. Imagino que no era consciente que en las entrañas de Craco bullía una falla geológica invencible, un ejército invisible que con cada movimiento haría de Craco un juguete roto. Hoy, desde la carretera que pasa junto a Craco, se atisba una ciudad agrietada y derruida, una atalaya de mirada triste que parece rota a dentelladas.

Sin embargo de unos años a esta parte se ha convertido en un enclave de gran interés turístico. Son miles y miles los curiosos que se adentran en sus calles y plazas derrotadas por el tiempo y la fuerza de la naturaleza. Craco es algo así como la cuna del silencio. No hay una sola casa que se mantenga completamente en pie, una iglesia que no parezca un órgano barroco cuando el viento se adentra en sus costuras rotas tejiendo un sonido lastimoso.

Uno de sus principales rincones es la silueta del castillo, hasta el que se sube para contemplar una impresionante panorámica. Desde allí las familias más poderosas del sur de Italia han inventado durante siglos historias de princesas y caballeros en el valle de Cavone. Antes la Iglesia de San Nicola parece que en cualquier momento va a gritarnos las horas desde el balcón de sus campanas. Pero aquí el único sonido que se escapa es el del viento cuando aprieta los muros de los palacios Grossi, Madonna, Carbone o Simonetti.

Aún más recortado por la tijera del tiempo aparece el Convento de San Pedro, del que apenas quedan el olor de las ruinas y unas vistas incomparables desde lo alto de su torre. Si uno no cree en fantasmas el ruido de puertas y ventanas que se abren y se cierran bajo la queja del óxido y el abandono hace que dudemos por un instante de nuestros principios. Al caer la tarde, los dedos del sol parecen hundirse en los huecos de arena y arcilla de la tierra.

Apenas un grupo de cabras montesas surgen del interior de algunos edificios. Son ellas las que han heredado este legado de abandono y miran fijamente a los ojos al turista curioso, como preguntándose si están de vuelta los viejos habitantes de Craco. La ciudad no tiene mucho más, salvo el aura fantasmagórico de sus piedras y el recuerdo imborrable de un lugar con más de dos mil años de historia, que llevaba por nombre Graculum.

La tristeza de las calles se ve envuelta bajo el manto marrón y ocre que lo cubre todo. En 1963 llegó el terremoto que desató los cimientos de Graco como una ola de mar sobre la escritura endeble de la arena. Poco a poco todo se fue desencajando y agrietando, hasta convertirse en una ciudad en movimiento, como un barco a la deriva. En 1975 el último de sus habitantes se llevó de ella todo lo necesario, y la abandonó por completo.

Cuando uno abandona Craco y echa la vista atrás no puede por menos que quedarse atrapado un instante en la quietud que se desprende de sus muros. No es de extrañar que aquí se hayan rodado algunas escenas de películas, como el ahorcamiento de Judas en La Pasión de Cristo de Mel Gibson. Craco es un fantasma de arena y arcilla que aún hoy guarda el rumor y las palabras de los últimos niños que corretearon por sus cuestas…

Foto Vía Explorer Online