Viajar a la Selva Negra
La Selva Negra es un macizo montañoso con una enorme densidad forestal ubicado en el suroeste de Alemania, en el estado de Baden-Wurtemberg. Se trata de un lugar turístico natural que cuenta con unos paisajes impresionantes cuando llega el otoño, aunque es posible visitarlo durante todo el año; uno de los rincones más agrestes de Alemania y un verdadero viaje lleno de paz y relax.
¿Cómo viajar a la Selva Negra?
La Selva Negra cuenta con muchísimos atractivos aunque, para empezar, tenemos que llegar. Para ello, es posible hacerlo en avión a varios destinos alemanes bastante cercanos. Aeropuertos como el EuroAeropuerto Basel-Mulhouse-Freiburg, el de Estrasburgo o el de Baden-Baden/Karslruhe. También podríamos volar directamente al aeropuerto de Stuttgart y al de Zürich en Suiza.
Una vez llegados a estos lugares, lo mejor es coger un coche de alquiler; y es que en la Selva Negra hay mucho para ver, y como mejor se conoce es conduciendo por sus carreteras.
¿Qué podemos ver en la Selva Negra?
En cuanto a los lugares más interesantes, y aun sabiendo que aquí priman los paisajes, no podemos olvidar ciudades como Friburgo. Es la entrada de la Selva Negra, una ciudad llena de bonitos rincones. Imprescindible ver la Plaza de la Catedral de Friburgo. Además, en cualquier parte de este lugar podrás observar de lejos las montañas. El verde está metido de lleno en este núcleo urbano.
No hay que perderse tampoco Gengenbach, un pueblecito que está a medio camino entre Friburgo y Baden-Baden. Este lugar te recordará a un cuento de hadas, y no es de extrañar: son muchas las películas que han admirado sus calles como decorado, como «Charlie y la fábrica de chocolate». Es uno de los lugares perfectos para ir con peques, así que si no sabes qué hacer con niños en la Selva Negra apúntate este sitio.
También podrás recorrer lugares únicos como Freudenstadt, que según dicen, es conocida como la “Ciudad de la alegría”. En su interior, la plaza Mayor es la más grande de todo el país.
Una parada en Maulbronn y el monasterio cisterciense de 1147. Es Patrimonio Mundial, y está a tan sólo media hora de Baden-Baden.
Si desde Friburgo viajas hacia el este, entrarás de lleno en la zona de los pueblos relojeros. Esta zona de Alemania también es muy famosa por esto. Triberg, a unos 60 kilómetros, es el más famoso de todos, aunque también es famoso por la enorme cascada que el río Gutach forma. Sí, se trata de la cascada más alta de toda Alemania. Un espectáculo visual para el turista.
Naturaleza en la Selva Negra
No te olvides de la parte natural de la Selva Negra, en concreto de sus lagos. Aquí el agua tiene mucha importancia, y quizás por ello el bosque sea tan exuberante. Encontrarás lagos como Glaswald, Mummel, Kirnberg, Feld Titi o Schluch, que es el mayor pantano de toda la Selva Negra, con un sinfín de actividades náuticas y rutas senderistas como la garganta del río Wutach (el Gran Cañón de la Selva Negra).
El turismo rural en la Selva Negra es una realidad. El terreno es propicio para practicar un montón de deportes, como la natación en sus lagos naturales, los paseos en kayak, la escalada, el esquí en invierno, equitación o incluso un bonito paseo en globo.
Desde esta región alemana son conscientes del potencial de sus paisajes para el turismo rural, por eso están tan sumamente cuidados y protegidos. Unos paisajes naturales en plena Europa continental que permiten una vida al aire libre y un montón de rutas como la ruta alta de la Selva Negra desde Baden-Baden hasta Freudenstadt.
El nombre de «selva negra» le viene dado por los mismísimos romanos, que fueron los primeros en conocerla así. El motivo no era otro que su densidad forestal. Ahora bien, en aquellos días, estos bosques eran temidos, pues se presentaban oscuros y peligrosos para los intrusos.
No hay que perderse tampoco el Parque Europa en Rust, el nacimiento del río Danubio en Furtwangen y Donaueschingen o la subida a la montaña más alta de la Selva Negra, el Feldberg, con 1.493 metros sobre el nivel del mar.
En conclusión, la Selva Negra es uno de esos lugares del mundo que hay que visitar al menos una vez en la vida. Con su belleza de colores intensos y el sosiego de sus pequeñas ciudades, en ella se puede encontrar, sin duda alguna, ese remanso de paz que tanto ansiamos a menudo en nuestra ajetreada vida cotidiana.
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